Dawa es la protagonista de ésta historia, ella ahora es una vampira.

En antaño fue mordida por mero capricho de su mentor, Príncipe de la estirpe vampírica que poblaba la ciudad.

En la actualidad, ella trata de buscar sus orígenes, puesto que sus recuerdos tras la conversión de la vida que llevó como humana son casi nulos y el contacto que mantiene con Anhyel, su "señor", también lo son.


Un alquimista, algún que otro licántropo y un par de cazadores logran cruzarse "misteriosamente" en su camino nocturno.

Lo que ellos no saben, es que la amenaza que sobrecae en todos, incluídos el del propio equilibrio, puede llegar a hacer cosas inimaginables... Incluso, juntar caminos de seres tan diferentes como lo son ellos...

... ¿O no tanto?.

lunes, 23 de julio de 2012

Será mejor que huyas de su infierno congelado... Con sus alas frías ella se acerca. (2ª Parte)


Cruzó como un relámpago el cielo hasta llegar hasta el otro extremo de la ciudad... ésta vez no quería pasar lo que quedaba de noche a la intemperie, se quería resguardar, además intentaba no chocar con nada para no demolerlo tan sólo con el roce, le ardía el alma si es que tenía de eso.
Llegó a la pequeña casa abandonada que encontró a pocos metros de distancia del bosque... era lo suficientemente oscuro y separado como para que nadie se tomara la molestia de llegar hasta ella. De hecho hace una década que se dio cuenta que había sido una verdadera suerte que hubiera quedado inservible de un momento a otro sin saber el por qué.
Hizo una leve reverencia frente a la puerta cerrada y procedió a entrar... Su hogar...
Era raro llamarlo así, pero allí se guarecía también algunas noches, allí almacenaba algunos de sus tesoros más preciados, algunos retratos realizados a mano por algún pintor aficionado que se ganaba unas cuantas monedas en la calle y libros... por doquier dirigieras a donde dirigieras tú vista, y en la habitación que había a la derecha reposaba un pequeño arlequín que había encontrado su hueco en una cama que se dejaba ver al fondo entre sombras, junto a la ventana y gracias a la mínima luz que entraba por ésta.
Notó que su ira se iba apagando, dando paso a una inminente impotencia... por lo que cerró la puerta tras de sí y cruzó la estancia, respiró hondo y dirigió sus pasos hasta el pequeño habitáculo, se acercó a la cama y cogió el arlequín de trapo, acto seguido, cayó de rodillas delante del lecho, reposó su cabeza en el antebrazo y éste lo dejó caer en la fina manta mientras que con la otra mano apretaba al pequeño muñeco contra su regazo. Y se comenzaron a escuchar sollozos...


Dawa levantó por un momento la cabeza y vio como sus lágrimas de un color carmesí resbalaban por su brazo.
¿Quién ha dicho que los no-muertos no lloran?... la diferencia está en las lágrimas tan solamente; mientras que la de los mortales son saladas y transparentes, las causadas a un vampiro que sí tiene alma produce tal dolor, semejante a un cristal desgarrando las entrañas.
¿Sería por eso que emanaban sangre los ojos de la vampira, a modo de lágrimas?

Sí. Había estado a punto de asfixiarlo con sus manos, de arrancarle al menos una porción de vida...casi incumple la promesa que se había impuesto a ella misma de no dañar más a ningún ser vivo por muy repulsivo que éste fuera. Hacía tiempo que había comprendido que no era ninguna Diosa de la muerte y por lo tanto no podía poner fin a una vida humana simplemente porque '' ella así lo hubiera decidido''.

Sintió quemazón en uno de los dedos; los primeros rayos de luz penetraban por la ventana sin que ella se hubiera dado cuenta de ello, y en consecuencia había echado su cuerpo hacia atrás alejándose todo lo posible de la ventana, mientras que a un mismo tiempo le enseñó los colmillos al reflejo que se filtraba por un leve resquicio; en el vidrio de una de las hojas de la ventana, a las que llegaba a duras penas la tela de las cortinas de color burdeos que impedían durante la diurnidad el paso de los rayos del sol, salvo en ese hueco de ahí, como si la cristalera tuviera la culpa de que su piel a pesar de ser fría y dura capaz de derrumbar cimientos a base de patadas y puñetazos, no tolerara las intensas radiaciones solares.

Se arrastró hacia uno de los rincones más oscuros donde no llegaba la luz, miró al arlequín que le devolvió una triste sonrisa.

La vampira volvió a llorar, de alguna manera tendría que sacar toda la frustración y tensión que había sentido momentos antes, se abrazó las rodillas tras dejar el bufoncillo blanco y negro en el suelo haciendo que los cascabeles de su gorro tintinearan y escondió allí su cara entre éstas, impregnando un poco más con sus lágrimas escarlatas, las mangas no demasiado acampanadas de la camiseta que llevaba, ya que con ellas ocultaba el rostro. De ésta forma y sin darse cuenta de ello entró en letargo...
Escuchando nuevamente los aullidos de un lobo...¿era la segunda vez que lo oía desde ésta madrugada al amanecer? ¿o era su mente aturrullada?... no le importaba en su frío hueco improvisado al fondo de la pared donde la claridad no acechaba, y en estado inconsciente ya y sin percatarse si quiera; se colocó la capucha de la capa que llevaba puesta sobre su cabeza, disimulando sus cabellos.

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