Dawa es la protagonista de ésta historia, ella ahora es una vampira.

En antaño fue mordida por mero capricho de su mentor, Príncipe de la estirpe vampírica que poblaba la ciudad.

En la actualidad, ella trata de buscar sus orígenes, puesto que sus recuerdos tras la conversión de la vida que llevó como humana son casi nulos y el contacto que mantiene con Anhyel, su "señor", también lo son.


Un alquimista, algún que otro licántropo y un par de cazadores logran cruzarse "misteriosamente" en su camino nocturno.

Lo que ellos no saben, es que la amenaza que sobrecae en todos, incluídos el del propio equilibrio, puede llegar a hacer cosas inimaginables... Incluso, juntar caminos de seres tan diferentes como lo son ellos...

... ¿O no tanto?.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Cada paso que has dado, cada dolor que has sufrido... Te han guiado hasta aquí.


Angus pegó un sonoro golpe con la palma de la mano en una de las mesas que se encontraban más cercanas a la posición en la que se encontraba; frente a los grandes ventanales, los cuales dejaban ver gran parte de la zona que les rodeaba.

Se comenzaba a desesperar; habían tenido la noticia de que otro niño había desaparecido y no tenía la más mínima idea de quién podía estar tras aquello.
Es cierto que gracias a la vampira el sospechoso principal se encontraba encerrado en el laboratorio de Orhis, pero si no era él...
Dejó éste pensamiento a un lado, le dio un nuevo sorbo al café recién hecho, arrugó el entrecejo y la nariz poniendo una mueca de asco en sus labios. Dejó la taza de barro en un estante próximo a la chimenea apagada en esos instantes... no tenía estómago para cafeína en estos momentos, y pensaba mentalmente en que de nuevo tenía que ir al laboratorio a ver al alquimista y a Sarchk, sobre todo a éste último ya que cada vez se fiaba menos de él, y tampoco quería que le pudiera causar problema alguno a su compañero.
Otro aullido más, se aceró hacia los ventanales, y con un gesto sombrío miró la luna: casi no se veía su halo rodeándola, ya que nubes oscuras y espesas se estaban formando entorno a ella.
Otro aullido. Le molestaba; no el hecho de que fuera un lobo ni de que le demostrara a Selene uno de sus instintos más primitivos, pues sabía de buena tinta que aquello por lo que sentían tal adulación, era también la mayor de sus maldiciones. Lo que le inquietaba y podía llegar a molestarle de aquello realmente era; que o bien estaba demasiado tenso o incluso los aullidos parecían tener otra connotación diferente, como si llevaran un mensaje distinto u oculto.

Estoy cogiendo complejo de vampiro – se dijo así mismo y casi con gesto de desaprobación.

Y casi era cierto, puesto que llevaba un régimen parecido a éstos en cuanto a la luz del día se refiere, ya que desde hacía algunos meses había pasado más tiempo en las calles de la ciudad de noche que de día.
Le echó un último vistazo, a la especie de cuartel que tenían montado una docena de personas, aunque lo sabía de antemano; actuaban sólos y tan solamente se miraba por uno mismo.
Dentro de aquel cuchitril – y también fuera, para qué mentirse-, se fiaba de pocos. Una de las muy pocas personas era Irwid, su compañero y no sólo de fatigas dentro de aquel trabajo.

Suspiró.
Antes de salir cogió la taza y tiró el café sobrante a la leña reseca que anidaba en el hueco de la chimenea de piedra, dejando el recipiente en el saliente de ésta. Luego cogió la casaca del perchero que se encontraba colocado al lado del marco de la puerta.
Al salir a la intemperie, el frío le golpeó de lleno en la cara. Se subió el cuello del abrigo y encogió los hombros.
Inició sus pasos hasta la guarida de Orhis.


Paseó entre las diferentes zonas que complementaban esa porción de ciudad en la que se encontraba. En una de las calles cercanas observó a un par de buhoneros que realizaban sus actuaciones juntos, haciendo divertir a la gente con historias épicas traídas desde cualquier parte del mundo y ellos; en recompensa, se ganaban el sustento. Los tres se miraron e hicieron una leve reverencia con la cabeza a modo de saludo de cortesía.
Siguió por la misma avenida, y al finalizar la calle encontró como un hombre que trabajaba el cristal tallaba el que sería por hoy su último vaso ya que antes de las nueve se encenderían los candiles que; iluminarían las zonas más oscuras y a la vez más transitadas de la ciudad. La pequeña hoguerita que tenía prácticamente a los pies, era su única iluminación y compaña.

Lo que sí le llamó la atención durante lo que duró su recorrido de guardia, mientras esperaba que fuera entrada la madrugada para ''visitar'' a Orhis, fue una casa que se encontraba con la puerta entre abierta y sintió curiosidad no sólo por este hecho, si no además al ver una especie de dragón que se mordía su propia cola y que estaba dibujado en la fachada que le hizo parar de forma seca e instantánea sin ni siquiera darse cuenta, delante de ella...todo se paró. El viento, el revuelo de los pájaros, el movimiento de la gente.

Salió del ensimismamiento cuando se dio cuenta de que había demasiado bullicio... como si todo el tiempo que se hubiera parado antes, quisiera recuperarse ahora de sopetón. Los lobos comenzaron a aullar de nuevo y se produjo un grito casi simultáneo...
¿Venía de la misma dirección en la que se encontraba el bosque? - se preguntó a él mismo.

Aligeró el paso todo lo que pudo. Para cuando quiso darse cuenta estaba corriendo como si el demonio le persiguiera, atravesando calles hacia la salida de la ciudad De soslayo escuchó la palabra ''lobo'' a un par de personas que se metían en el domicilio a toda prisa .
Empezó a prepararse para lo peor, imaginándose a un ser medio monstruoso en mitad de la calle, pegando zarpazos a todo aquel que se osara acercarse, empezó a tener un sudor frío, que lejos estaba de ser del carreron que había dado...

Paró en seco. Como si le hubieran pegado los pies al suelo y con los ojos como platos miró a lo que se encontró de pleno frente a él:
La vampira de la noche anterior se encontraba agazapada, medio temblando y un lobo de pequeñas dimensiones se encontraba delante de ella, como si estuviera aguardándola . Se dirigió hasta ellos con pasos firmes, se reclinó y cogió a la vampira en brazos por algún motivo que no alcanzaba a explicarse -ya que actúaba por instinto -, estaba pálida, bueno... más de lo normal y algo demacrada, estaba débil, quizás demasiado, aunque dentro de su fuero interno agradeció con toda su alma esta debilidad para poder llevarla hasta el alquimista.
Comenzó a andar con ella en brazos y escuchó el resonar de las uñas de cuatro patas en el suelo... miró hacia atrás; el lobo les seguía:

Fuera – el lobo le sostuvo la mirada por una fracción de segundo con sus ojos color miel.
¡Fuera he dicho! - Alzó tanto la voz que ésta golpeo contra las paredes del callejón cercano, haciendo escuchar en el eco su propia orden.

Al verle que seguía allí parado mirándoles hizo amago de apartarle con el pie, tras varias intentonas de ésta acción, el animal cedió... y desapareció.


Comenzó a desandar el camino hecho para dirigirse a la Avenida Nod.
La vampira pese a sus pocas fuerzas, no estaba dispuesta a quedarse quieta; mantenía una lucha interna, hablando entre dientes e incluso apretando estos con fuerzas hasta casi hacerlos rechinar, y en un par de ocasiones pareció medio abrir los ojos al mismo tiempo que gritaba cosas como; ¡no! ¡no quiero! ¡déjame! y Angus notaba ciertos pinchazos en los brazos producido por el doble esfuerzo que tenía que hacer al sostenerla en brazos...
La miró fijamente, pero parecía que la batalla que llevaba con aquello que estuviera acaparando su mente ahora, no tenía nada que ver con él.

2 comentarios:

  1. Waaaaa la última foto está bien linda!!!

    :3

    Ah si, gracias por tus comentarios ^^

    Y respecto al post... a veces las peores batallas son con uno mismo y no con los demás, saludos!!

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    Respuestas
    1. Y que lo digas Avecita.

      Perdón por estar mil y una sin pasar por aquí y por lo tanto dejar tú comentario ahí en el limbo.

      Pero es que no doy para todo... de verdad que yo quisiera... pero no doy.

      Un Besito y Gracias por volver.

      ¿Con uno mismo? Las peores de las batallas, sí señor. A veces podemos llegar a hacernos muchísimo más daños a nosotros mismos que los demás hacérnoslo.

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