Dawa es la protagonista de ésta historia, ella ahora es una vampira.

En antaño fue mordida por mero capricho de su mentor, Príncipe de la estirpe vampírica que poblaba la ciudad.

En la actualidad, ella trata de buscar sus orígenes, puesto que sus recuerdos tras la conversión de la vida que llevó como humana son casi nulos y el contacto que mantiene con Anhyel, su "señor", también lo son.


Un alquimista, algún que otro licántropo y un par de cazadores logran cruzarse "misteriosamente" en su camino nocturno.

Lo que ellos no saben, es que la amenaza que sobrecae en todos, incluídos el del propio equilibrio, puede llegar a hacer cosas inimaginables... Incluso, juntar caminos de seres tan diferentes como lo son ellos...

... ¿O no tanto?.

lunes, 30 de julio de 2012

Sorteando los límites de la realidad.


Había mucho bullicio, Dawa intentó taparse los oídos con las manos sin abrir los ojos y frunciendo el ceño en señal de molestia, pero parecía tener todas aquellas voces incrustadas en la cabeza.
Entreabrió los ojos y vio algunas sombras de siluetas. Miró en derredor y vio cómo su entorno era diferente. No se encontraba ya en su habitación, donde la oscuridad la acogía y la hacía sentirse segura de todo cuanto le rodeaba. Se levantó apoyándose en la pared y comenzó a andar, tropezó un par de veces hasta llegar al lugar de donde procedía el murmullo, también olía mal... ¿de dónde procedía el hedor?, instintivamente se tapó la nariz. Veía sombras a su alrededor sí, pero no lograba ver de quién se trataban ni lo que estaban haciendo, sólo escuchaba gritos, gritos que le hacían sentir una intensa angustia cada vez que volvía a dar cuenta de ellos. ¿Escuchaba algunas risas también?... prestó más atención y para sí misma dijo; Sí... una risa, y una especie de silbido... volvió a escuchar otro grito y ésta vez sus ojos se abrieron de par en par.

Se despertó y miró con urgencia su alcoba. Sí, se encontraba en ella aunque en el extremo opuesto, de pie, junto al espejo que tenía cubierto con una tela negra, a veces no sabía si le daba más lástima no verse, o incluso alegría porque no le devolviera el objeto su imagen. 
Parpadeó un par de veces hasta ubicarse del todo, ni siquiera había tenido noción de haberse puesto en pie y haber andado hasta el otro extremo.
Asomó levemente la cabeza por la ventana, lo justo y necesario para saber que había anochecido, a veces se sorprendía así misma cuando el sopor que la cobijaba durante las horas de luz, pasaba en tan sólo un suspiro...
Todavía había algo de lo que se sorprendía más aún... ¿Desde cuándo recordaba lo que había soñado?, puesto que ni siendo mortal rara vez recordaba las historias que vivía cuando los brazos de Morfeo la acunaban.


Fue hacia la entrada pero notaba muy pesado su cuerpo, demasiado aplomo... necesitaba ''comer''.
Salió al exterior a que por lo menos le diera el aire, respiró la humedad de la intemperie y escuchó el ulular de una lechuza que seguramente sobrevolaría las cercanías, en busca de un refugio entre las ramas de los árboles del bosque. El bosque pensó... "animales de sobra de los que poder alimentarme", pero rechazó de inmediato la idea... No se sentía segura en ese estado.
De pronto, un leve vahído la hizo dejar completamente de lado alguna posibilidad de adentrarse en el bosque. Pensó en ese momento; que si batía alas el recorrido hasta la ciudad sería más rápido y pasaría desapercibida.
Alzo el vuelo.

Aunque recorriera el cielo igual de rápido que una estrella fugaz, su sensación de desvanecimiento no lograba mitigar por lo que una vez que se hallaba medianamente cerca, se vió obligada a descender en un claro donde no había nadie. ''Escondió'' sus alas oscuras bajo su capa y se fue apoyando en las paredes que iba encontrando a su paso intentando no caer, se notaba exhausta y algo aturdida, tanto que; sin preverlo, sus rodillas se clavaron en la tierra fría.


Un lobo volvió aullar retumbando tanto sus tímpanos como su cabeza y maldijo a los lupinos, a la luna y a la necesidad de ingerir alimento.
No se dio cuenta de que un lobo grisáceo se encontraba frente a ella, sentado sobre sus patas traseras, mientras jadeaba, de nuevo escuchó gritos, no sabía de dónde salían sólo quería que dejaran de producir esa sensación de agotamiento en su cabeza.
Miró al lobo, era pequeño y a simple vista parecía inofensivo, pero su olor le repugnaba, hizo un amago de levantarse despacio y el lobo en un intento de imitarla; se apoyó sobre sus cuatro patas ahora, sin quitarle sus ojos amarronados de encima y ladeó un poco la cabeza al ver como la vampira se desplomaba, ésta miró por encima de las orejas puntiagudas del animal y vio algo oscuro, más negro que la propia noche cerrada en la que se encontraban y que ondeaba en el horizonte.
Dawa se agazapó, cerró los ojos y se hizo un ovillo en el suelo, no tenía fuerzas y sólo esperaba que no hubiera ningún humano cerca y su voluntad fuese menor que el hambre.

lunes, 23 de julio de 2012

Será mejor que huyas de su infierno congelado... Con sus alas frías ella se acerca. (2ª Parte)


Cruzó como un relámpago el cielo hasta llegar hasta el otro extremo de la ciudad... ésta vez no quería pasar lo que quedaba de noche a la intemperie, se quería resguardar, además intentaba no chocar con nada para no demolerlo tan sólo con el roce, le ardía el alma si es que tenía de eso.
Llegó a la pequeña casa abandonada que encontró a pocos metros de distancia del bosque... era lo suficientemente oscuro y separado como para que nadie se tomara la molestia de llegar hasta ella. De hecho hace una década que se dio cuenta que había sido una verdadera suerte que hubiera quedado inservible de un momento a otro sin saber el por qué.
Hizo una leve reverencia frente a la puerta cerrada y procedió a entrar... Su hogar...
Era raro llamarlo así, pero allí se guarecía también algunas noches, allí almacenaba algunos de sus tesoros más preciados, algunos retratos realizados a mano por algún pintor aficionado que se ganaba unas cuantas monedas en la calle y libros... por doquier dirigieras a donde dirigieras tú vista, y en la habitación que había a la derecha reposaba un pequeño arlequín que había encontrado su hueco en una cama que se dejaba ver al fondo entre sombras, junto a la ventana y gracias a la mínima luz que entraba por ésta.
Notó que su ira se iba apagando, dando paso a una inminente impotencia... por lo que cerró la puerta tras de sí y cruzó la estancia, respiró hondo y dirigió sus pasos hasta el pequeño habitáculo, se acercó a la cama y cogió el arlequín de trapo, acto seguido, cayó de rodillas delante del lecho, reposó su cabeza en el antebrazo y éste lo dejó caer en la fina manta mientras que con la otra mano apretaba al pequeño muñeco contra su regazo. Y se comenzaron a escuchar sollozos...


Dawa levantó por un momento la cabeza y vio como sus lágrimas de un color carmesí resbalaban por su brazo.
¿Quién ha dicho que los no-muertos no lloran?... la diferencia está en las lágrimas tan solamente; mientras que la de los mortales son saladas y transparentes, las causadas a un vampiro que sí tiene alma produce tal dolor, semejante a un cristal desgarrando las entrañas.
¿Sería por eso que emanaban sangre los ojos de la vampira, a modo de lágrimas?

Sí. Había estado a punto de asfixiarlo con sus manos, de arrancarle al menos una porción de vida...casi incumple la promesa que se había impuesto a ella misma de no dañar más a ningún ser vivo por muy repulsivo que éste fuera. Hacía tiempo que había comprendido que no era ninguna Diosa de la muerte y por lo tanto no podía poner fin a una vida humana simplemente porque '' ella así lo hubiera decidido''.

Sintió quemazón en uno de los dedos; los primeros rayos de luz penetraban por la ventana sin que ella se hubiera dado cuenta de ello, y en consecuencia había echado su cuerpo hacia atrás alejándose todo lo posible de la ventana, mientras que a un mismo tiempo le enseñó los colmillos al reflejo que se filtraba por un leve resquicio; en el vidrio de una de las hojas de la ventana, a las que llegaba a duras penas la tela de las cortinas de color burdeos que impedían durante la diurnidad el paso de los rayos del sol, salvo en ese hueco de ahí, como si la cristalera tuviera la culpa de que su piel a pesar de ser fría y dura capaz de derrumbar cimientos a base de patadas y puñetazos, no tolerara las intensas radiaciones solares.

Se arrastró hacia uno de los rincones más oscuros donde no llegaba la luz, miró al arlequín que le devolvió una triste sonrisa.

La vampira volvió a llorar, de alguna manera tendría que sacar toda la frustración y tensión que había sentido momentos antes, se abrazó las rodillas tras dejar el bufoncillo blanco y negro en el suelo haciendo que los cascabeles de su gorro tintinearan y escondió allí su cara entre éstas, impregnando un poco más con sus lágrimas escarlatas, las mangas no demasiado acampanadas de la camiseta que llevaba, ya que con ellas ocultaba el rostro. De ésta forma y sin darse cuenta de ello entró en letargo...
Escuchando nuevamente los aullidos de un lobo...¿era la segunda vez que lo oía desde ésta madrugada al amanecer? ¿o era su mente aturrullada?... no le importaba en su frío hueco improvisado al fondo de la pared donde la claridad no acechaba, y en estado inconsciente ya y sin percatarse si quiera; se colocó la capucha de la capa que llevaba puesta sobre su cabeza, disimulando sus cabellos.

martes, 17 de julio de 2012

Aire, Oxígeno, Nitrógeno y Argon (1ª parte)


Se oía traqueteos en el solar desierto; Sirthe estaba terminando de realizar algunos de los experimentos que le había asignado Orhis.
Tras haberse limpiado las mejillas - dejándoselas algo sonrojadas-,  y la frente amén de las manos con un poco de agua que pasó de ser incolora al negro carbón a causa del hollín, la pequeña  estaba intentando echar Ácido Nítrico con un cuenta gotas en un recipiente, llenado hasta la mitad con Ácido Clorhídrico para observar su reacción.
Mientras, escucha los murmullos de Angus y de su profesor en la sala principal.

¿Qué pasa, te has peleado con un cuervo? - le decía Orhis a modo de burla a Angus. Cuando éste se había quitado el abrigo oscuro que le protegía del frío exterior y  algunas plumas negras cayeron al suelo de piedra.

Muy gracioso – dijo haciéndole una mueca a su amigo mientras que sentía mayor ligereza al caminar sin el peso de la casaca.

Ambos se sentaron en una reducida mesa redonda cercana a la puerta que daba paso al lugar en el que estaba la alumna. Ésta pronto se dio cuenta  que preferían que los oyera ella antes que lo hiciera el tipo que se encontraba encerrado en las celdas.

¿Le has dado? - preguntó Orhis en un susurro.

– respondió Angus en el mismo tono de voz.

No ha muerto, ¿verdad? - El científico ya sabía la respuesta antes de oírla. Angus sólo lo confirmó.

Parece ser que no le gusta la mezcla de oro con agua bendita.

No has respondido a mi pregunta. Has fallado el tiro a propósito.

No te creas.

Angus... que nos conocemos, si tanto le molesta el metal noble más un poco de agua bendecida... - Se acercó un poco más a su amigo para poder mirarle a los ojos -, y hubieras efectuado uno de tus disparos... tan sólo uno, ya la tendríamos aquí encima de una de las mesas, viendo cómo se convulsiona su cuerpo de forma violenta mientras agoniza.

Sólo le di cierta ventaja – dijo Angus respirando hondo- ¿acaso querías que la matara?, porque yo no pienso hacerlo por una causa injusta.


Ambos en ese momento dirigieron la mirada a Sarckh demasiado ocupado investigando la cerradura de su prisión como para prestarles atención a ellos.

Cierta ventaja... ya; y que conste que no, no quiero que la mates, me gusta tan poco como a ti ser injusto y las injusticias, pero años hace que te conozco y sé de buena tinta que eres capaz de atravesar una nuez por la mitad situada en la cabeza de Sirthe y saliendo ésta ilesa.

Al otro lado de la pared; la muchacha al escuchar aquello, tuvo que hacer auténticos malabares por tal de que uno de los vasos de cristal no se estrellara en el suelo haciéndose añicos... bastante había liado ya en una sola noche como para tener una segunda bronca, pero el comentario de Orhis la había hecho estremecerse al imaginarse encima de su cabeza del color del cobre, un fruto  seco de cáscara dura y Angus, algunos metros más retirado frente a ella con la ballesta, con la mirada fija en la nuez y apuntándola....hizo por todos los medios que esa imagen saliera de su cabeza antes de que fuera ella misma la que se diera de bruces contra el pavimento... su mentor tenía razón, ella le conocía menos pero había visto suficiente como para saber que podría partirlo en dos sin problema alguno.


Los tres; Angus, Orhis y Sirthe se dieron cuenta de que los primeros rayos de sol iban haciendo aparición y un aullido rompió el silencio con el que se estaba llevando acabo el amanecer.

El segundo en la misma noche, escuchado tan de cerca .- Pensaron mentalmente.

Sarckh parecía que dormitaba ya.

- Hora de cerrar – Anunció Orhis.

martes, 10 de julio de 2012

No beses su boca, si a media noche tú la ves


Se volvió a gran velocidad, sorprendida de que algo le fuera a producir semejante quemazón en su piel.
Algo le hizo un leve rasguño en sus ropajes, abriéndole una pequeña herida en la pierna, pero no vio siquiera qué fue. En acto de defensa, tensionó los músculos de su cara, haciendo que aparecieran sus afilados colmillos fuera de su boca al mismo tiempo que profería un bufido.

-
La temporada de caza ha terminado, guarda tus colmillos.

En ese mismo instante un aullido insonorizó cualquier otro tipo de ruido ambiental, resonaba cerca, tan cerca como si estuviera a pocos kilómetros de ellos a pesar de encontrarse apartado el bosque más próximo.

El hombre que parecía haber disparado se había parado delante de ella en esos momentos frunció el ceño y ella también, ambos se quedaron mirándose fijamente a los ojos por unos instantes, para posterior e instintivamente alzar la vista al cielo; Luna Llena.
Ensimismados como estaban mirando el cielo, los dos pegaron un repullo al resonar un estallido en alguna parte de la ciudad, y vieron como una luz azulada ascendía hasta el cielo como si quisiera tocar las estrellas y en un acto reflejo Angus cargó su arma con la que momentos antes había disparado a Dawa. Y volvió a apuntarla...

-
Para ti la temporada de caza acaba de empezar... - Dijo Dawa mostrando la mejor de sus sonrisas.

Angus parpadeó. ¿Dónde...? ... ¿Dónde está?
Se giró sobre sus propios talones pero allí no había nadie..., salvo Sarchk hecho un ovillo en el suelo con las manos en la cabeza... El cazador levantó la vista al firmamento... Plumas negras caían levemente hacia su cara.

Angus miró a Sarchk, no le producía mucho agrado su compañía, pero no tenía más remedio que llevarlo consigo. Por lo que lo levantó del suelo cogiéndole de un puñado por la especie de camisola amarronada que llevaba, haciéndole medio andar a trompicones hacía la salida de aquel agujero negro.

-
Andando.

-
¿Dónde me llevas?... si me vas hacer daño te condenarás - decía Sarchk con una voz que a duras penas salía de su tráquea, Angus caminaba en silencio y seguía aguantándolo por la parte posterior con una mano y portando la pequeña ballesta en la otra, mientras, seguía oyéndole murmurar algo muy de fondo, miró la ballesta ...no tendría duda a la hora de volver a utilizarla y ésta vez no habría fallo intencionado.

Poco a poco, se veía un poco de más claridad procedente de la calle, el final del callejón se encontraba cerca...
-
Quizás yo no pueda luchar contra ti, pero hay gente que estaría dispuesta hacerlo y mucho mejor que yo... y te lo advierto no me toques un pelo porque acabaras reducido a ....- Sarchk continuaba hablando y murmurando mientras caminaban. Y acabó por colmar la paciencia de su ''acompañante", que apenas le dio tiempo para que terminara la frase cuando se encontraba de nuevo contra la pared, pero en una posición diferente; ésta vez casi besaba la piedra.
-¿A cenizas? - dijo con voz grave Angus, acabando la frase por él- ¿quieres que te reduzca a cenizas yo a ti? ... tu verás lo que haces, o sales vivo de aquí o duermes ésta noche en un ataúd, a mi me da exactamente igual, iré al infierno de todas formas, tú eliges.

Silencio...en un resumen, esa sería la palabra más correcta y adecuada para describir el resto de camino del ''viaje'' ; desde la terminación del callejón hasta ''La casa del buen hacer''.
Un laboratorio clandestino donde se podía aprender alquimia fácilmente ya que; allí, se encontraba uno de lo más solicitados expertos de toda la región: Orhis.
El alquimista les vio aparecer, tenía la puerta entornada y aunque les hizo un gesto para que entraran con la mano, les recibió con un rostro descompuesto y pálido, parecía familiar de las ceras de las velas que tenía encendidas en candelabros en ciertos lugares en la pared, para evitar así la oscuridad reinante y no ocupar más espacio en las mesas, que dicho sea de paso; se encontraban hasta arriba de alambiques destilando cualquier sustancia, frascos de diferentes ácido y otros repletos de azufre, sal, azúcar y pequeños sacos con los que reponer estos, amén de otros enseres que le fueran de utilidad.
En un rápido vistazo vio de nuevo un trozo de plomo nuevo y pensó para sí mismo...¿descubriría alguna vez como convertirlo en oro?.
Orhis le hizo un leve gesto de espera con la mano y siguió con lo que seguramente estaría haciendo momentos antes de que ellos ''profanaran'' su ''casa'', dándoles la espalda: Reprimir a su alumna.
Como una estatua se encontraba Sirthe, con la cara llena de hollín parada en frente de una de las puertas que daban al gran solar desierto (gracias al cielo), quién aguantaba la reprimenda de su profesor (merecida), por haberle cogido de imprevisto la bolsa que había adquirido recientemente de pólvora venida de China, gracias a un vendedor y un precio considerable después de un regateo con éste.

-Por los aires... por los aires, podíamos a ver muerto todos, menos mal que te dio por echar un par de granitos... si te llega a dar por echarle dos puñados no terminan de recoger nuestros pedazos... ¿pero cómo se te ocurre echarle pólvora a la solución de azufre y vitriolo azul con alcohol, criatura?.

-
Yo... lo siento mucho -le devolvió una voz algo tímida y apagada de una niña de quince años pelirroja y con ciertas pecas a la altura del puente de la nariz y ambos lados de este.
Su mentor posó una mano sobre su cabeza en un gesto paternalista y burlón y le revolvió el pelo.

-Recoge el desastre que has armado anda y límpiate la cara, voy a atender a los señores.

Sirthe se quedó mirando a Sarchk, tenía un aspecto demacrado, los ojos ligeramente hundidos y con una tonalidad algo grisácea, flacucho y no mediría más del metro setenta, y las ligeras entradas se habían dejado ya ver, la boca la tenía medio abierta, en un intento de pronunciar algo:

Así que... es cierto, la escuela clandestina de alquimistas existe....
Los ojos azules de Orhis se clavaron en los marrones de Angus y éste miró con desdén a Sarckh, al que volvió a coger en volandas, lo metió en una de las dos celdas que había en la habitación y lo cerró bajo llave:
-Sí, existe y tú te vas a estar calladito si no quieres que te corte la lengua, la haga puré y luego te la dé de beber a sorbos. ¿Estamos?.

Sarckh asintió rápidamente con la cabeza, y se quedó callado... genial, había estado a punto de morir por una vampira, casi acaba dentro de un ataúd o muy posible sin lengua... el tío de oscuro... imponía y no porque le sacara casi la cabeza e hiciera dos de él de anchura... el brillo de sus ojos revelaba que desde antaño había visto más cosas, de las que hubiera deseado a ver visto o sabido en toda su vida como ser humano.

lunes, 2 de julio de 2012

Yo he elegido, ser lo que siempre seré ... Hijo de Caín.


En esta ocasión abandonó su lugar favorito: El tejado.

Aquí podía observar ( y ''controlar'' ), todo lo que pasaba bajo sus pies sin ni tan siquiera ser percibida su presencia...
Pobres humanos – pensó -, tan egoístas como siempre, tan absorbidos por sus propios egos que no paraban un momento a observar al prójimo... qué triste y que ingenuo a la vez... ¿acaso aún hoy seguirían pensando que si faltan, el mundo dejará de girar?.
Por eso al dar comienzo de nuevo el aguacero, se colocó la capucha de la túnica que la arropaba, miró al cielo… últimamente sus ganas de buscar habían mitigado, encogió las cejas y se colocó la capucha de su ropaje.
No debía haber roto los lazos con él se dijo; para sí misma. Te hubiera sido más fácil si no lo hubieras hecho se afirmó. Pero no podía… ni tampoco quería seguir unida a un ser de su calaña…

Un relámpago cruzó el cielo. Comenzó de nuevo el aguacero que dejaba finas gotas de lluvia sobre algunos mechones sueltos de su pelo y por su rostro... Llevaba sucediéndose esto desde hace varios días a intervalos, por el día el ambiente era ceniciento, ahora... una vez comenzada la medianoche, las nubes dejaban descargar el agua que al parecer habían ido acumulando a lo largo de las horas del día.
De nuevo sus ojos miraron al cielo, como queriendo que el agua la impregnara completamente y de nuevo, devolvió la vista al horizonte.

Para que su rutina nocturna no la llevara a aburrirse completamente, se encontraba deambulando de forma parsimoniosa por la oscuridad en la que se había asumido la calle.
Sin un rumbo fijo, con su capucha cada vez más pegada al rostro y caminando de forma parsimoniosa y más por inercia que fijándose por donde pisaba, absorbida por sus propios pensamientos... veía como la gente, iba y venía corriendo de un lado a otro, como si por eso la lluvia calara menos. Aunque a ella eso ya no le importaba realmente... total, apenas notaba ( y recordaba), la sensación de frialdad que era capaz de provocar la lluvia al empapar la ropa, adhiriéndola pegajosamente al cuerpo.
Su piel se encontraba helada desde hacía bastante tiempo, ahora había comprobado que casi había olvidado cual era la sensación que daba sentir la humedad que proporcionaba la lluvia... Le daba miedo también haberse olvidado de apreciar el calor.
Alguien tropezó con ella en su intento de guarecerse.
Ella salió de su ensimismamiento

- Disculpa – La persona que tenía enfrente fue apagando su voz a medida que las palabras salían de su boca.
Se quedó fijamente mirándola a los ojos como tratando de vislumbrar algo al observarlos.

Dawa hizo un leve gesto con la cabeza, como indicación de que no le había molestado en absoluto e intentó que una sonrisa tímida apareciera en sus labios, antes de apartarse para que él pudiera continuar su camino en dirección contraria.

Sucumbió de nuevo a su paseo hasta que llegó a una de las partes más oscuras de la calle formadas por muchos callejones, tantos que a veces parecía un laberinto y pasó de largo sin pasar por alto la sensación que le había producido al cruzar la boca calle parándose al otro lado.
Volvió a pasar por delante. Ésta vez se detuvo en la entrada.. había algún tipo de energía allí dentro, creía reconocerla pero no estaba segura por lo que se fue adentrando lentamente en el callejon sin dejar de prestar atención a todos los ruidos y sensaciones posibles... Definitivamente lo que le llegaba no le gustaba en absoluto ...



La chica se quedó estupefacta retenida al final de aquel angosto callejón por alguien al que no conocía de nada, y lo más seguro es que tampoco podría reconocer a plena luz del día, puesto que sólo veía algunas facciones que le pertenecían a duras penas.
Es más, a ella misma le sorprendió encontrarse con los ojos cerrados y oyendo su propio grito retumbar, cuando se encontraba practicamente arrinconada sin ni siquiera saber cómo, contra la pared ennegrecida y húmeda que la rodeaba, ya que su garganta se encontraba completamente reseca.

Volvió a abrir los ojos ante el silencio ensordecedor que escuchó a continuación del grito.
Clavada delante de ella, tenía una figura femenina que seguramente miraría a su atacante.

- Vete de aquí.- Oyó decir cuando se encontraba escrutando el lugar para poder divisar de dónde había podido aparecer.
- ¿Es que no me has oído? Vete de aquí- Dijo la figura femenina... Ésta vez remarcando la última parte de la frase.

La chica no quería saber nada más de aquello, sólo quería huir del lugar en el que se encontraba... y esa voz no parecía precisamente la de una muchacha cualquiera, por lo que salió disparada hacia cualquier sitio que no fuera ese.

Sarchk ... el más repugnante de los seres con los que Dawa había podido tratar, por su culpa ella era ahora una criatura que pertenecía a los confines de la oscuridad, y si no hubiera llegado a tiempo esa chica ahora también lo sería.

Le vio comenzar a retroceder sobre sus propios pasos y escurrirse por su lado como una vil lagartija.
De nada le sirvió la estrategia, antes de que se diera cuenta Dawa se encontraba de nuevo frente a él propinándole un bofetón que le hizo tropezar su espalda con la húmeda piedra del tabique.
A una velocidad de vértigo la vampira apareció de nuevo a su lado.
En esta ocasión, Sarchk sintió el ahogamiento que le producían aquella mano fría cuál témpano de hielo que se iba cerrando cada vez con más fuerza, entorno a su cuello y le mantenían suspendido en el aire como si de una pluma se tratase.
Sarchk inclinó la cabeza y observó como el iris de los ojos de la vampira cambiaron de color, pasando del más oscuro y negro abismo al rojo sangre y pensó que aquél sería su más temido final: Morir a manos de una de las criaturas que él mismo había ofrecido en antaño, al príncipe de las tinieblas de aquella ciudad.
Intentó escabullirse, pero era inútil, la miraba y al ver su cuerpo no sabía de dónde podía provenir la fuerza sobrenatural que se desarrollaba en ella.
- Suéltame - Es lo único que alcanzó a decir...Acto seguido cayó al suelo con un estrepitoso golpe que resonó en el eco nocturno.

- ¿Qué es lo que quieres? -. Respondió jadeante intentando que llegara más oxigeno a sus pulmones. Sonrió para sus adentros con la mano en el cuello y pensando en el poder de sus palabras.

Cuan equivocado se encontraba.

Dawa esbozaba una sonrisa casi malévola en su rostro mientras miraba a Sarchk:

A éste la sonrisa interior se le borró de inmediato.

- ¿Clemencia? -. Acertó a decir mientras la miraba de rodillas como se encontraba en el suelo, - Perd...
Una carcajada que helaba y helaría la sangre de cualquier ser humano, salió con ímpetu de la garganta de aquella muchacha:
- No... a mi no, aunque vivieras eternamente no obtendrías mi perdón... a tu Dios generoso... pídele compasión, esa que no tuvisteis conmigo... vamos, pídeselo. Será lo ultimo que hagas esta noche.

Tras esto... le cogió por uno de los brazos y lo alzó con las dos manos por encima de su cabeza ante la estupefacción de Sarchk que no se había percatado siquiera de ello.
Antes de que pudiera llegar a hacer nada más; algo afilado y que relucía sobremanera a la luz de la luna cruzó la oscuridad, haciendo que una de las hijas de Caín profiriera un grito ahogado y soltara al mismo tiempo a aquel ser despreciable con el que se había estado ensuciando las manos, mientras una de estas, bajaba hacia su pierna en acto reflejo...